La terapia cognitivo-conductual es una orientación que recoge aportaciones de distintas corrientes de la psicología científica. Busca la relación entre el pensamiento, la emoción y la conducta.
Desde este enfoque, los problemas mentales y emocionales están estrechamente relacionados a los procesos cognitivos.
La conducta humana es aprendida, depende de la formación progresiva de significados personales, esquemas cognitivos y reglas subjetivas. Los aspectos cognitivos, afectivos y conductuales están interrelacionados, de modo que un cambio en uno de ellos afecta a los otros dos componentes.
Los esquemas cognitivos tendrían un peso fundamental, pues representan la organización idiosincrásica que tiene cada persona sobre lo que significa su experiencia, los otros y el sí mismo.
Las personas ejecutamos conductas según un patrón mental interiorizado y aprendido en el transcurso de nuestra historia, experiencia y bagaje personal.
Pero "el mapa no es el territorio".
El psicólogo utiliza diversas estrategias que tienen por objeto la flexibilización y modificación de los esquemas disfuncionales y de los pensamientos automáticos que se desprenden de éstos. Dicho proceso está guiado por tres principios técnicos básicos:
Reestructuración cognitiva, entrenamiento en relajación, estrategias de afrontamiento y de exposición, etc.
Los resultados de investigaciones clínicas controladas dan fuerte apoyo a la eficacia de las terapias cognitivo-conductuales en general. El grado de eficacia es variable dependiendo del tipo de problema conductual. Unas técnicas son mejores que otras y la integración de la tecnología cognitiva y conductual parece rendir mejores resultados. Se ha encontrado útil tratando algunos trastornos como la ansiedad, la depresión, los ataques de pánico, las fobias, la bulimia y la esquizofrenia.